La capacidad para potenciar nuestras habilidades es accesible para cualquiera de nosotros. Sólo se trata de aplicar técnicas que nos ayuden a desarrollarlas.
“El talento no es un don misterioso que responde a las leyes del azar y la genética”. Así de contundente se muestra Dan Coyle en su libro Las Claves del Talento (Ed. Zenith), tras estudiar casos paradigmáticos, como el de un ruinoso club de Moscú que forma a algunas de las mejores tenistas del mundo o una humilde escuela de Dallas donde se crean grandes estrellas del pop.
Coyle desentraña en su libro el proceso para desarrollar una habilidad. En concreto, aporta estas claves para conseguirlo:
Absorberlo todo. Dedicar cierto tiempo a observar o escuchar la habilidad que se quiere adquirir (la canción, el movimiento, el ritmo...), hasta ser capaz de imaginarse a uno mismo poniéndola en práctica. En los semilleros del talento se utiliza la imitación.
Dividirlo en trozos. Descomponer una habilidad en las piezas que la integran, memorizarlas individualmente y luego unirlas en unidades de agrupamiento cada vez más grandes.
Reducir la velocidad. Trabajar lentamente permite prestar más atención a los errores, lo que conlleva un mayor grado de precisión en cada activación.
Repetir. No hay nada que sea más eficaz a la hora de construir la habilidad que ejecutar la misma acción una y otra vez.
Aprender a sentirlo. Percibir un conjunto de sensaciones secundarias que están asociadas a la adquisición de nuevas habilidades. Es la sensación de intentarlo, quedarse corto y volver a intentarlo.
Fuente: Emprendedores.es
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